Edgardo Blanco: Pasiones compartidas
Para conocer al protagonista de nuestra historia nos fuimos hasta Empalme Olmos, en Canelones, un lugar muy ligado al ferrocarril ya que su fundación data de 1890 y está muy vinculada a los trabajadores de la línea férrea que pasa por allí.
En la zona, sin embargo hay una fuerte identificación con la fábrica de “azulejos” de Metzen y Sena que durante décadas fue una pujante industria nacional que logró colocar sus productos en cada hogar uruguayo, además de que llegó a exportar.
Los orígenes del transportista Edgardo Blanco justamente están relacionados a esta industria, cuando ingresó a trabajar con 17 años como uno de los 1200 funcionarios de la planta. Ahí comenzó una relación que con el tiempo pasaría de lo laborar a lo sentimental, dado el cariño que le generó la empresa. De su primera tarea de clasificación de azulejos llegó a capataz, no sin pasar por la tarea de camionero, donde descubrió su otra pasión.
Su tarea como transportista comenzó directamente vinculada a la empresa en la que tantos años trabajó, por lo que seguía con dos de sus pasiones: el camión y la fábrica de azulejos.
Cuando le consultamos al transportista sobre sus inicios, nos dijo: “El camión me gustó siempre. Para empezar tuve la osadía de ir a hablar con el jefe general de la fábrica para ver si me vendían un camión de la fábrica y trabajar para ellos, así fue que con un préstamo empecé con un Bedford J6 con volcadora de madera”.
A fuerza de kilómetros y con el 50% de descuento del flete para pagar el vehículo fue creciendo y cambiando de camiones, en épocas donde Metzen y Sena era una industria pujante y el trabajo no faltaba. “Se trabajaba muy bien, muy a gusto, nunca tuve un problema, me llevaba muy bien con los jefes, los peones”, recordó.
Al Bedford lo cambió por un Ford D 800 con volcadora, al que le siguió el primer camión cero kilómetro, otro Ford pero 1311, siempre con el préstamo que la fábrica le otorgaba.
Luego ya en la época de la tablita llegaron las primeras complicaciones. “Terminé de pagar el camión meses antes de la famosa tablita, y de la fábrica me dijeron que los fletes se iban a suspender por lo complicado de la situación, que una vez que mejorara me iban a llamar de nuevo”, recordó Blanco. “Ahí estuve haciendo viajes de costaneros durante un año ya que acá todo el mundo tenía estufa a leña. También trabajé para un aserradero y para la constructora Tracoviax. Al año me llamaron de nuevo de Metzen y Sena y volví”.
“Al día de hoy tengo la camiseta puesta de la empresa”, nos comenta Blanco, con el mismo orgullo que lo hizo volver a trabajar entregando mercadería en todo el país para la -por esos años- pujante empresa.
Los días más tristes que recuerda se dieron hace unos 6 años cuando tuvo que dejar la empresa. “Fue muy triste, yo creía que la empresa iba a salir adelante pero cada vez me iba debiendo más. Tuve que hacer otros trabajos pero seguía con la empresa porque jamás pensé que iba a tener ese destino”, nos explicó.
Ovidio Blanco de San Jacinto era un transportista y una persona muy querida por Edgardo. “Siempre me dio una mano, un tipo muy servicial, siempre le estaré agradecido”, recordó.
OTROS CAMINOS
Si bien el transportista antes del cese de su actividad con Metzen y Sena ya había experimentado otros trabajos, al término de esa relación laboral consolidó el transporte con otras actividades vinculadas a una barraca de su propiedad y trabajos como diversas cosechas en todo el país.
Edgardo Blanco fue socio fundador de la gremial T.A.D.I. (Transportistas Asociados del Interior). La pasión por la fábrica y el camión continúan intactas como el primer día, tanto que hoy, ya jubilado, supo transmitir el sacrificio a sus hijos Marcelo y Alejandro que siguen en el rubro, manteniendo el oficio que corre por las venas.