El viaje rural en ómnibus más largo del país
La línea de la empresa salteña San Cono que une Salto y Masoller, ida y vuelta, tiene 503 km, siendo la línea rural más extensa del país. Este ómnibus circula por las rutas 30 y 31 pero para unir ambas rutas recorre 130 kilómetros por caminos en muy mal estado y lugares únicos. La línea de la empresa salteña San Cono que une Salto y Masoller, ida y vuelta, tiene 503 km, siendo la línea rural más extensa del país.
La espera: La empresa San Cono La empresa San Cono une Salto y Masoller
“Este liceo rural es muy particular ya que asisten jóvenes del interior de Salto, Rivera y Artigas, además de jóvenes del vecino poblado que pertenece a Brasil”, nos aseguraron antes de salir.
Nuestro punto de partida comenzó en la localidad de Masoller, un lugar muy particular donde confluyen tres departamentos, Rivera, Salto, Artigas y alcanza con cruzar la ruta para ingresar a territorio de Brasil. Ambos países se confunden en un ambiente de convivencia a tal punto que jóvenes brasileros asisten al liceo uruguayo. Incluso nos costó que pobladores del vecino país nos dijeran el nombre de su centro poblado ya que lo llaman igual a la localidad uruguaya, Masoller.
El ómnibus de San Cono que salía a las 12 horas había partido de Salto a las 5 de la mañana y su arribo generalmente era pasados algunos minutos de las 11 horas. La información que nos habían suministrado ese día era que podía venir atrasado o incluso no llegar, dado las crecidas de ríos y arroyos provocadas por las lluvias.
Mientras esperábamos el ómnibus nos dirigimos al liceo rural de Masoller donde su Director, Sergio Rauduviniche, nos mostró la importante labor que se desarrolla para los 100 jóvenes que asisten al mismo.
Este liceo rural es muy particular ya que asisten jóvenes del interior de Salto, Rivera y Artigas, además de jóvenes del vecino poblado que pertenece a Brasil. Allí conviven muchos de ellos durante toda la semana porque viven demasiado lejos como para ir y venir; llegan los lunes y regresan a sus poblados los viernes.
Luego de conocer el liceo rural de Masoller fuimos al punto de partida del ómnibus de San Cono. En pleno mediodía el ómnibus aún no había llegado y la incertidumbre comenzó a ganar terreno hasta que un repartidor de alimentos que pasó por el lugar nos comentó que el ómnibus aunque atrasado iba llegar, ya que se había tenido que desviar unos 60 km por la crecida de un arroyo.
Una hora más tarde de la salida estipulada, el ómnibus de San Cono llegó a Masoller efectivamente como nos habían comentado, luego de desviarse por el mal estado de algunos caminos.
El ómnibus era un Mercedes-Benz con carrocería Nielson de segunda mitad de los años 80’. El conductor Washington Silveira y el guarda Ricardo Cayetano trasladaban a un único pasajero que llegaba desde Pueblo Fernández a Masoller, para retirar un pedido en un comercio brasilero y nuevamente subirse al ómnibus para volver a sus pagos.
EL VIAJE: “No me dejaba de asombrar como este ómnibus circula por estos caminos”
Luego de cargar y descargar las encomiendas, sobre las 13 horas partimos por la ruta 30. Al pasajero que había venido de Pueblo Fernández se le sumaron algunos más. Circulamos unos 15 minutos antes de llegar al kilómetro 205 donde se encuentra la comisaría La Charqueada y la entrada a Sarandí de Arapey.
Una vez que abandonamos la ruta, el camino de tierra y piedras marcó lo que iban a ser los próximos 130 kilómetros. Comenzamos el primer tramo del camino y en el local de remates La Charqueada bajaron las primeras encomiendas. Seguimos camino hasta la localidad de Sarandí del Arapey; ahí subieron algunos pasajeros rumbo a otros pueblos del interior profundo de Salto. Según el último censo esta zona cuenta con algo más de 200 habitantes y actualmente San Cono es la única empresa que pasa por dicha localidad.
Con algo más de 30 minutos de viaje nos metimos en lo profundo de la campaña salteña, donde las lluvias habían barrido en algunos tramos los bordes de los caminos generando escalones. Sin dudas la pericia del conductor evitó lo que podría haber sido un grave problema.
El próximo poblado era el más grande de ese sinuoso camino de tierra; tenía algo más de 300 habitantes pero para llegar aún nos faltaba una hora y 20 minutos de viaje entre temerarios repechos y bajadas con curvas, charcos de agua y piedras.
Cruzamos el primer puente; el Río Arapey cuenta con mucho caudal, los desniveles entre el puente y el camino son muy importantes, las piedras, los charcos, las bajas pronunciadas eran algo común para el conductor y a mí no me dejaba de asombrar como este ómnibus circula por estos caminos.
Luego de casi dos horas de viaje llegamos a Pueblo Fernández donde subieron cinco pasajeros; una vecina indicó al personal del ómnibus las explicaciones para enviar unas encomiendas, y a mí me contó que estaban contentos porque habían logrado tener médico fijo cada 15 días.
Casi saliendo del pueblo, el vecino que había ido hasta Masoller a buscar su pedido se bajó, parándole el ómnibus en la puerta de su casa. Cayetano con su envidiable energía bajó las bolsas.
Seguimos camino, subían y bajaban encomiendas, varias de ellas relacionadas con productos medicinales para los animales. En un cruce de caminos una joven madre en moto esperaba a su hija que venía en el ómnibus, luego en otro cruce subió una pareja que venía de hacer una “changa” en una estancia pero debido a las lluvias había quedado aislada y el tiempo de su estadía se había extendido.
La vieja escuela, ese día cerrada, nos daba la bienvenida a Pueblo Ramos donde subieron tres personas y bajaron algunas encomiendas.
Eran las 16 horas y estábamos a mitad de camino en la localidad de Paso de la Herrería, donde había un movimiento poco habitual debido a una reunión en la escuela donde se informaba a los pobladores sobre la electrificación con equipos fotovoltaicos que se estaba instalando en la zona.
Luego de circular otros 40 minutos por los duros caminos, llegamos a la única parada en el camino: Pueblo Cayetano, donde existe uno de los pocos almacenes rurales del camino, un comercio donde hay de todo, desde ropa, monturas y rebenques, comestibles, hasta para poder tomar una copa.
Algunos pasajeros aprovecharon la parada para fumar, otros para estirar las piernas y hasta para comprar algún refrigerio en el comercio y seguir camino rumbo a la capital salteña.
La última media hora recorrimos por caminos de piedra y pasamos por un comercio que fue emblemático en la zona y al día de hoy se encuentra cerrado; Casa Muguerza.
Pasamos un puente con el caudal de agua casi hasta la altura del mismo y llegamos a la ruta 31 donde el promedio de velocidad comenzó a ascender a 80 o 90 km p/h (durante las cuatro horas anteriores era un promedio de 50 o 60 km). Faltaban dos horas de viaje y el sol comenzaba a ocultarse; pasamos por Biassini, Rincón de Valeinti, Colonia Itapebí, el acceso a San Antonio, Albisu y la noche nos recibió en Salto, capital, pasadas las 19 horas.
De esta manera culminamos el viaje rural en ómnibus más extenso de nuestro país, atravesando el departamento de Salto en un viaje de seis horas que nos permitió conocer lugares espectaculares y gente increíble.