Un Viaje Desconocido: El viaje San Carlos - Pueblo Garzón
Fuimos pasajeros de otra línea que aún sobrevive realizando servicios poco rentables y hasta desconocidos para la mayoría, pero que en cambio son fundamentales para sus usuarios y hasta para mantener el contacto de zonas y pueblos perdidos en rincones de nuestro país. Como piezas de dominó, varias líneas de las llamadas rurales han quedado en el camino, el despoblamiento de los campos, las motos, la falta de apoyo, han dejado a varios pueblos sin ómnibus.
Este viaje que concretamos durante uno de los días más fríos del año 2012 tuvo como promotor al propio empresario del transporte Daniel Senglan, quien nos había comentado sobre su servicio regular entre San Carlos y pueblo Garzón, por lo que nos pareció interesante y decidimos emprender el viaje.
El chofer en ese viaje fue Hugo Sanguinetti, quien conducía un Mercedes Benz con carrocería Marcopolo Senior de finales de los 80 que lucía en muy buen estado para los años que tiene encima, todo un lujo si lo comparamos con alguno de los ómnibus de otros viajes que hemos realizado en los diferentes rincones del país.
Al subir al vehículo que se presenta en impecable estado de conservación y limpieza, su chofer Hugo nos comentaba -mientras esperamos la hora de partida- alguna de las peculiaridades de este servicio.
“Los días de mayor venta de boletos en el mes son los días de pago, cuando los vecinos vienen a la ciudad a cobrar y pagar cuentas”, nos explicó, “por ejemplo la gente de Garzón tienen que hacer todos los meses 70 kilómetros hasta San Carlos para pagar la luz”.
EL VIAJE
Puntalmente a las 8 de la mañana, salimos de la terminal de San Carlos. A los pocos minutos estábamos en la ruta 9 hacia Rocha. El micro de 24 asientos parece más grande con los cuatro ocupantes que viajábamos -incluyendo al conductor-, la ruta está bastante bien y el micro trepa los repechos sin problemas en un andar cómodo.
Dejamos la ruta para internarnos en el camino que nos lleva al pueblo Garzón, recorremos unos 4 kilómetros para luego hacernos por otro camino hacia la derecha que nos lleva hacia nuestro destino, que dista unos 10 kilómetros entre curvas y pequeños cauces de agua. Precisamente antes de cruzar el puente sobre Zanja Silva, un lugareño nos aguarda junto al camino: espera su encomienda.
Hugo detiene el ómnibus, baja del mismo y abre la bodega trasera, de donde saca una motosierra que seguramente la persona mandó a reparar a la ciudad, siendo una herramienta importante en el campo, sobre todo con las bajas temperaturas vividas durante ese invierno.
Iniciamos nuevamente la marcha, y si bien han caído algunas lluvias en días previos al viaje, el camino está en un estado aceptable. Vemos a lo lejos y a través de la ventana la estación de tren de Garzón, en donde en otros tiempos pasaba el ramal hacia Rocha. Imaginamos a la estación -hoy solitaria- como el centro de actividad del pueblo.
Pasadas las 9 de la mañana entramos a Garzón, el camino adornado con pequeñas palmeras y postes pintados de blanco dan una vista agradable. La escuela es testigo de uno de los tantos viajes que hace el ómnibus de Senglan. A la derecha vemos una empresa de negocios inmobiliarios que tiene bastante actividad por estos tiempos ya que es un “pueblo de moda”. Luego pasamos por un clásica almacén de campaña que vende desde combustible hasta herramientas, allí doblamos a la izquierda, a una cuadra se encuentra la plaza principal que tiene su garita y es el punto de referencia donde termina y empieza el viaje.
Teniendo en cuenta que el regreso del viaje lo hace buena parte por otros caminos, aprovechamos para recorrer el pueblo antes de que el ómnibus emprenda el regreso a San Carlos. Garzón se encuentra en el departamento de Maldonado, limítrofe con Rocha, y hacia el año 2004 su tranquilidad cambió ya que Francis Mallmann, un reconocido cocinero, y Manuel Mas, viticinicultor, ambos argentinos, decidieron fundar en una antigua propiedad del pueblo un hotel y restaurante con una carta internacional que comenzó a traer visitantes desconocidos, atraídos por una mezcla de calidez pueblerina y tranquilidad, pero también por la cocina del nuevo emprendimiento.
En el pueblo suceden hechos tan extraños como que importantes delegaciones internacionales vienen a filmar películas o publicidades.
Otro emprendimiento que ha cambiado la zona, pero que en este caso ha traído trabajo, es el de Agroland. El impresionante proyecto agroindustrial no para de crecer, y es que en sus más de 4000 hectáreas que son propiedad del empresario petrolero argentino Alejandro Bulgheroni, se pueden apreciar molinos eólicos, viñas, bodega, producción de miel, plantaciones de olivos y hasta una cancha de golf de 18 hoyos. Para mantener este imponente predio trabajan unas 700 personas tanto del departamento de Maldonado como del cercano Rocha.
A pesar de estos imponentes cambios el pueblo luce casi desierto, según nos dijeron viven todo el año unas 200 personas. Cuando caminamos por sus calles casi no hay tránsito, vemos algún vecino sentado al frente de su casa aprovechando el sol, llama la atención la cantidad de propiedades a la venta, y no es para menos, varios extranjeros han comprado propiedades por valores 10 veces superiores a lo que valían antes de la llegada del nuevo hotel.
La Plaza Artigas luce impecable, seguimos caminando y una antigua edificación en excelente estado de conservación nos invita a entrar, es la Casa de la Cultura donde además de conocer más sobre la historia de la zona, está el espacio de inclusión digital con impecables computadoras. Seguimos caminado y se termina el pueblo. Nos paramos junto a la escuela, desde allí se ve el caminito hacia la estación del tren, hoy apenas un sendero pero en otros tiempos el lugar de mayor tránsito de todo el pueblo, que como tantos otros fueron condenados al olvido cuando el ferrocarril dejó de pasar.
Puntualmente a las 10 de la mañana el ómnibus está pronto para salir, antes, el conductor baja a firmar la planilla de salida en la oficina del municipio. Partimos con una joven estudiante que no volverá hasta su pueblo hasta pasadas las 20 horas, todo un sacrificio que será recompensado con una futura carrera profesional.
Salimos de Garzón pero por el camino del medio, lo que antiguamente era el camino nacional, cuando no existía la ruta 9 y era utilizado por las dirigencias que viajaban hacia Rocha. A los pocos kilómetros se puede apreciar como las lluvias caídas empeoran el camino por lo que Hugo extrema los cuidados al conducir, a poco de transitar dos paisanos esperan el ómnibus y luego otra vecina se suma como pasajera.
Las plantaciones de olivos y los imponentes molinos son una constante en nuestro camino; luego pasamos frente a la entrada del personal de Agroland y los ómnibus de Manuel González de Rocha esperan a los trabajadores para llevarlos a sus casas.
Seguimos avanzando en nuestro viaje y cruzamos una moto niveladora arreglando el camino, luego un imponente camión con parte de un nuevo molino y llegamos a uno de los varios puentes, uno que en este caso se está reparando ya que un camión tuvo un percance al cruzarlo y rompió parte de la estructura. Estos caminos para el distraído pueden ser muy tramposos.
Luego de cruzar varias veces lo que fue la vía del tren, hoy devorada por los pastos, y tomar diferentes caminos, salimos nuevamente a la ruta 9 pero esta vez en el kilómetro 160.
Al tomar la ruta, en la primera parada, sube otro joven estudiante, ahora los pasajeros ya son 5 y con ellos arribamos pasadas las 11 de la mañana a San Carlos. Cada uno con sus obligaciones fueron bajando en distintos puntos de la ciudad pero todos volverán en el ómnibus de la tarde que parte a las 19 horas nuevamente para Garzón.