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El transporte de hacienda y el “Turco” Basilio


15.02.2016
El transporte de hacienda y el “Turco” Basilio

Cuando le preguntamos a Basilio cuándo comenzó en el transporte, es bien concreto y no titubea: “Nací arriba de un camión, pero la empresa es más vieja que yo”. Su padre era camionero y si bien se había iniciado en el transporte de hacienda en la época en que en todo nuestro país solo había 50 remolques de ganado, desde un tiempo antes se dedicaba a otro tipo de acarreos.

Basilio culminó sus estudios en 1967 para empezar a trabajar en la empresa de su padre. En aquel entonces las jaulas de ganado tenían como referencia el vagón de los trenes en cuanto a su medida, así que una jaula de ganado era de 9,60 metros o un vagón de ferrocarril. Si bien empezó en el sector en la firma familiar, al principio fue un empleado más. “Entré de chofer, en la carretera había un capataz de flota que no era yo, estaba al mando un veterano chofer que era el que decidía lo que se hacía en el embarque”, recuerda.

El primer camión que le tocó conducir fue un MAN del 61, ya que como le gustaban los fierros tenía la orden de andar en el camión que mecánicamente andaba peor. “En esos tiempos salíamos de los embarques y no podíamos ir a más de 500 metros de distancia entre los camiones porque si uno tenía problemas e iba solo, quedaba tirado. Como sabía de mecánica, ya que antes de manejar me pasaba en el taller de mi padre, siempre iba último”, recuerda.

Ya desde sus primeros años tras el volante el transportista recorrió buena parte de nuestro país llevando ganado para la mayoría de los frigoríficos. “En la época de la veda de carne en Montevideo, todos los días llevábamos viajes con ganado desde el norte a San José, la mayoría para un frigorífico de Delta El Tigre que era donde estaban todas las carnicerías”, explicó, agregando que “con aquellos camioncitos y aquellas carreteras manejábamos 12 o 13 mil kilómetros por mes. Qué lindo trabajo!”.                                              

Como le pasa a la mayoría de los veteranos transportistas, a veces hay que comenzar una y otra vez en la actividad cuando toca una época mala, y Basilio no escapó a esa realidad alguna vez en su larga trayectoria. “Dos veces me fui a la B y volver a primera fue muy duro. La primera fue en el 83 y fue terrible, había comprado mi segundo camión nuevo en el 81, al tiempo y tras un accidente quedó para resto, y todavía al mismo tiempo revienta la tablita. No tenía el camión más nuevo y pasé a deber cuatro camiones y medio, te fundís o te fundís”, sentenció el transportista.     

El recorrer tantos kilómetros significó estar ausente en el hogar: “No vi crecer a mis hijos, los encontraba grandes cuando venía a casa, eso fue duro”, asegura el transportista. Seguramente, por esos momentos duros que recuerda -entre otros-, es que el transportista nunca quiso transmitir la profesión a sus hijos. “Tengo tres hijos, dos son mujeres y fue fácil que no subieran al camión, y al hijo lo ´echamos´ de la empresa para que siguiera los estudios y hoy es fisioterapeuta. No quería que sufrieran como yo con los camiones”, sentenció.                             

Su firma hoy tiene 6 camiones, 5 de ellos de ganado. Como dice Basilio, su empresa de transporte de ganado es atípica ya que aunque ningún frigorífico lo llame puede seguir adelante, eso se debe a la vinculación de muchos años con sus clientes, ya que a gran parte les trabaja desde hace 60 años realizando movimientos de campos, compras de pantallas, traslados a locales de ferias, entre otros trabajos. 

Aun así, el transportista está en la flota de INALER y en el Frigorífico Schneck, lo que sumado a sus clientes hace que existan momentos en los que le faltan camiones, lo que le ha llevado a pensar en incrementar su flota con un vehículo más. 

Con casi 50 años arriba del camión, socio fundador de A.U.T.H.A. (Asociación Uruguaya de Transportistas de Hacienda), el turco Basilio es uno de los transportistas más reconocidos en el sector por su pasión por su tarea. 

Además del transporte del ganado

“El 2002 con la crisis y la aftosa instalada me encontró con una deuda importante de un camión que había comprado, entonces el gerente del banco me dijo “te refinancio pero comprate una chata o una zorra para hacer otra cosa porque con la aftosa no tenés nada para hacer”. Ahí fue cuando el transportista de ganado diversificó su tarea, y con una chata fue paleando la dura realidad que enfrentaba. 

En la época de la explosión de los granos, los propios clientes le solicitaban que diversificara aún más su trabajo pero él tomó otra opción y le salió bien, la única chata de la zona no paró de trabajar. “Me pedían que le pusiera barandas a la chata para trabajar en los granos, pero no quise hacerlo ya que acá en San José chata sin baranda no hay, así fue que transporté ladrillos, fardos, bloques, fertilizantes en bolsones, maquinaria vial, entre otros trabajos”. 

El lavadero de La Tablada   

Si bien en el transporte de hacienda la parte de higiene nunca fue fácil, antiguamente era una tarea más dificultosa. “Cuando yo empecé los remolques eran de piso de madera, y la no patinada se salvaba con arena. Cada equipo tenía una pala y había que palear la arena ya que no se lavaban, la arena sucia se bajaba a pala y la nueva también. Se compraba arena para tener en casa pero sabíamos de las cunetas y los recovecos de donde podíamos sacarla para ahorrar”. 

Basilio llevaba ganado a la capital en épocas en que se concentraba en La Tablada, en donde estaba el primer lavadero para camiones de ganado; era casi una obligación ir a limpiarlos allí. Los primeros empleados eran los troperos que anteriormente llevaban el ganado, para no dejarlos sin trabajo se les otorgaban esa tarea. 

Con una prodigiosa memoria, Basilio recuerda: “Al inicio no tenían experiencia y al primer camión que le lavaron la jaula, también decidieron pasarle la manguera a la cabina y de tanta presión le rompieron el parabrisas. Era fabuloso, había como 15 lavaderos con motores, después pasó como lo de todos los uruguayos, se anuló un lavadero para hacer una pieza para los empleados, se anuló el del costado para que en esa pieza no hubiera ruido, se rompió la última e íbamos todos a la del medio y así se fue terminado, pero mientras duró fue una belleza”.