Jorge Guedikian y sus “40 años en el transporte”
En el año 80’, buscando su primer trabajo, Jorge se arrimó a una agencia de ómnibus donde comenzó haciendo mandados, como ir a buscar los peajes al Ministerio, todo por alguna propina.
Un año más tarde, consigue su primer trabajo efectivo y de ahí en más, permaneció en el sector del transporte. Fue desde agenciero, guarda, chofer, inspector, hasta largador, trabajó como empleado y hasta socio fundador de una empresa de transporte, dedicando toda su vida a la actividad.
Para conocer su historia, conversamos con él a continuación.
¿Cuál fue su primera actividad en el transporte?
Comencé a trabajar en CITA en el año 1981 en la agencia que estaba en Avenida Libertador casi Mercedes; arranqué con un contrato por tres meses como agenciero y cadete. Había mucho movimiento en esa época; Cita, además de las líneas que permanecen hoy en día, en aquellos años también iba al Chuy, Sarandí del Yí y Paysandú.
Empecé vendiendo boletos de plancha; el pasajero hacía la fila, lo despachabas, lo girabas a la caja y el cajero llamaba a la persona, también estuve en la parte de encomiendas.
¿Cómo logró trabajar arriba del ómnibus?
Hacía unos dos años más o menos que trabajaba en la agencia, el único puesto disponible que había de guarda debía ser local de Casupá. Yo vivía con mi madre en Paso de la Arena. Pero como pasaba de ganar $1400 en la agencia a $5000 como guarda, me fui a vivir a una pensión en Casupá y venía a mi casa una vez cada ocho o nueve días.
En esos años éramos tres guardas y tres conductores fijos; comencé a trabajar en el 118 con un Mercedes Benz Marcopolo.
¿Cuándo pasó a realizar otras líneas?
En el año 1986 logré pasar a ser guarda local de Montevideo, por lo que me quedaba en mi casa. Ahí empecé a trabajar en otras líneas como ir a Sarandí del Yí. Se trabajaba mucho en ese servicio; tenías que conocer bien el recorrido porque la ruta no tenía mojones que te mercaran el kilómetro. Se llevaban muchas encomiendas y algunas solo decían “la casa de la curandera” o “la estancia de Bustillo”, no te ponían otra cosa.
¿Cómo llegó a ser socio fundador de una empresa de ómnibus?
Cita había comenzado a dejar y a vender algunas líneas, Paysandú, Chuy, Sarandí del Yi; en aquella época había algo firmado con el sindicato sobre los micreros que iban a Playa Pascual y Delta del Tigre donde la prioridad la tenían los funcionarios. Cuando se comenzó a manejar la posibilidad de pasar a ser propietarios, de los 31 micreros de CITA solo uno no aceptó. Para ser viable la nueva sociedad necesitaban tres personas por ómnibus -o sea 45 integrantes-. De los iniciales 30, había que sumar otros 15; se necesitaban tres conductores y como yo ya había pedido el pase de guarda a conductor, me sumé al nuevo emprendimiento con esa tarea en Solfy.
¿Cómo fue el primer día de Solfy?
El último viaje en Cita lo hice en el 608 con Raúl (el Perro) Rosas, regresando de Florida a las 21:30 hrs., y al otro día a las tres de la mañana estaba levantado para salir como conductor cobrador por Solfy con el 116.
Como anécdota, el primer día -1 de agosto de 1988- no teníamos dinero ni para el combustible; en mi caso fue mi madre que me dio plata, el hermano de otro compañero le prestaba a él, a otro algún amigo, y así fuimos juntando para el primer turno que era a las 2:40 horas.
Ese primer turno lo seguimos en un auto y en Paso Molino, donde ya había cargado bastante gente, el conductor nos pasa la plata que había recaudado para poder cargar de gasoil el siguiente ómnibus.
¿Qué otros recuerdos hay de los primeros años de Solfy?
Éramos 45 kamikazes, el sacrificio fue muy grande, yo era soltero pero muchos compañeros estaban casados y tenían hijos, se jugaron mucho. Los coches no estaban en las mejores condiciones, los mecánicos por ejemplo no tenían fosa, estaban tirados con camilla en el barro regulando frenos de los micros, la muchacha de la oficina en un espacio de dos por dos, sin escritorio, iba liquidando y haciendo los trabajos en la falda, no teníamos nada.
Todo era en base a fe, a confianza, y esa ilusión de tener algo propio nos tiraba, porque todos éramos trabajadores humildes que jamás habíamos tenido un capital. Por desconocimiento pintamos un coche con las siglas de CITSA, pero no teníamos registro ni nada, entonces salimos a comprar una sociedad anónima.
La más barata que conseguimos fue Solfy que era una sigla inglesa y ahí quedó el nombre de la empresa.
¿Qué los llevó a crecer como transportistas?
Siempre tuvimos la ventaja de la gente, fue fundamental el apoyo de la zona de Rincón de la Bolsa o Ciudad del Plata, vendíamos 90 o hasta 100 boletos por medio viaje.
Para ellos éramos la Cita chica y jugábamos de locatarios, no dábamos abasto con la demanda por lo que tuvimos que contratar más ómnibus. Hacíamos tres turnos por conductor y después tres turnos de guarda en los contratados, trabajábamos desde las cinco de la mañana hasta las 10 de la noche para ganar un jornal. Después vino la época que empezamos a comprar coches usados para ampliar la flota; compramos a Berrutti dos coches a pura cuota, ya habíamos entregado dos coches y compramos cuatro Isuzu.
El sistema de renovación de flota fue la salvación para nosotros, veníamos con coches viejos, porque por más que los reformábamos eran viejos.
Ver los 20 ómnibus nuevos fue emocionante no solo para nosotros, para toda la gente de la zona. Después seguimos comprando otros coches nuevos y fue la mejor época, en el año 1995 compramos la línea de COTAR. Luego vino la fusión con COME y eso permitió la renovación de la flota total.