JULIO LAGRECA: “Antes salías con la caldera, parrilla y sal para la oveja que conseguías en las estancias para todos los pasajeros, por si quedabas atrapado entre medio de dos arroyos”
Lagreca es un apellido ligado al transporte en Salto. Julio es la tercera generación vinculada al transporte, hoy está por jubilarse para dar paso a la siguiente generación que pondrá su impronta. Pero esa es otra historia.Lagreca es un apellido ligado al transporte en Salto. Julio es la tercera generación vinculada al transporte, hoy está por jubilarse para dar paso a la siguiente generación que pondrá su impronta. Pero esa es otra historia.
* Por Javier Martegani
Julio Lagreca nació y se crío en la calle Gutiérrez Ruiz, de Salto. En su misma cuadra estaba la empresa urbana Corporación de Ómnibus Salto, la empresa de camiones SUANY y los ómnibus de ONDA que eran del concesionario que realizaba los servicios de combinación hacia Artigas. En todas esas empresas había un socio de la familia Lagreca. Heredando esa pasión, con tan solo 15 años empezó a trabajar en la empresa COA que era de su padre y en el año 1979 Julio comenzó a escribir su propio camino en el sector.
Para conocer más de su historia, conversamos con él.
¿El ómnibus es una pasión?
Sí, es algo que llevo desde niño, lo llevo en la sangre, mi abuelo era transportista, del tiempo de las carretas y los bueyes, él era vendedor en la campaña. Después lo siguió mi padre y mi tío, quienes también estaban en el sector, con camiones y ómnibus. El ómnibus es algo que siempre me gustó, es lo que sé hacer y amo hacer, toda la vida estuve relacionado al transporte.
¿Cómo creó su propia empresa?
Empresa Lagreca nace de forma casual; llaman a licitación una línea de Paso de las Piedras y le planteo a mi padre alquilar un ómnibus para hacerla. Así fue que en el año 1979 alquilé ómnibus a la Intendencia, a COA y a otros. Luego de cada viaje pagaba y al otro día volvía a alquilar un ómnibus. Así estuve durante casi dos años hasta que pude comprar mi primer ómnibus.
Mi primer ómnibus lo compré en Artigas al “Quique” De Souza, era un “mercedito” de motor delantero con carrocería Eliziario; le llamábamos el “marrón” o el “anfibio”, porque con los arroyos crecidos era el único que cruzaba.
¿Cómo fue creciendo la empresa?
A esa primera línea entre Salto y Paso de las Piedras, se le sumó otra que había abandonado Toriani y llegamos también por licitación; tenía como destino Cuchilla de Guaviyú.
Ahí compré un segundo coche y al mejorar la recaudación, cambié el servicio. Así fui mejorando y llegó el primer ómnibus para turismo: un Volvo Viaggio que era de RUTATUR.
El turismo fue una parte importante de la empresa mientras tenía ese coche, después ya no pude renovar ese permiso; con algunos problemas, un accidente y la crisis del 2002 tuvimos que dejar de hacer ese trabajo.
¿Cambiaron mucho las líneas rurales?
Ahora en las líneas rurales salís y sabés que llegás, un poco antes o después pero llegás. Antes salías y si llegaba a llover no podías volver, incluso llegabas a quedar uno o dos días esperando a que baje un arroyo.
En el ómnibus de antes, salías con la caldera, parrilla, sal para la oveja que conseguías en las estancias para todos los pasajeros, por si quedabas atrapado entre medio de dos arroyos, eso era normal. Se llevaba mucha gente.
Hoy ninguna línea rural es rentable, nosotros vamos porque tenemos transporte de estudiantes y el transporte de maestros que nos ayuda bastante. Contamos con el fidecomiso que si no existiera, el 70% de las empresas tendrían que entregar todas las líneas.